DE CUANDO YO ROMPÍ UN CONTRATO Y NADIE ME DIJO NADA / ROMINA CAZÓN





DE CUANDO YO ROMPÍ UN CONTRATO Y NADIE ME DIJO NADA.

Doné mis óvulos un miércoles a las 10 am.
Creo que ese día hacía frío o mi cuerpo tenía frío.

Fui la quinta de las mujeres donantes,
cuya edad variaba entre los 25 a 35 años.
Yo era la mayor y con menos posibilidades,
según los estudios previos.

A los dos días el doctor llamó para decirme:
Ganaste la lotería,
tus óvulos son muy buenos
y con eso puedes ayudar a muchas familias.

Entonces imaginé a un pueblo de hijos míos:
Vi a unos haciendo fila para pagar en el banco,
vi a jóvenes atendiendo las tiendas
y uno de ellos, yendo a mi taller de poesía.

¡Momento!

Cómo es posible que
un hijo mío asista a mi taller
y no haya cenado en mi mesa
ni haya bebido de mi té.

No. No quiero ese pueblo.
No quiero tirar la piedra y esconder la mano.
Sólo un hijo, por favor.


A las semanas, el bebé estaba hecho.

Mujer, cómo está el niño.
Mujer, quiero verlo en un ultrasonido.
Mujer, quiero llevarte los muebles para su recámara.
Mujer, yo puedo ayudarte a cuidarlo. Tengo tiempo los martes y jueves por la tarde, también algunos fines de semana
Mujer, y si yo lo llevo a la guardería, al kinder, a la universidad o al altar.
¿Mujer y si compartimos la maternidad?

Hubo silencio,
pero a veces callar es otorgar.

Es así como empezó mi búsqueda
en Google de nombres italianos para niño.

Matteo, mi país te hubiera agradado, sobre todo en verano.
Matteo, ábreme la puerta cuando vaya a visitarte.
Me quedé con ganas de escucharte.