*
Tengo pan y vino en
mi mesa.
Si alguien llega le doy una silla
y le hablo
extensamente sobre la dictadura
como si yo la hubiera
vivido.
Finjo, pues,
a veces no se me da
otra cosa
que amarrar muchos hilos.
*
Dejé de ir a misa
cuando supe que mi hogar era un templo:
cuando supe que mi hogar era un templo:
no ortodoxo y de larga
lengua venenosa.
Aquí seguidamente se
dice mucho
al elegir la ropa para ir a trabajar
al elegir la ropa para ir a trabajar
y cuando pagamos las
deudas.
Nos quejamos,
pero nada que al más
próximo ofenda.
La saliva sale benignamente
La saliva sale benignamente
para dormir las ocho
horas necesarias.
*
Aprendí las plegarias
con tos, fiebre y látigo
como quien se cura una herida con su mano rota,
con tos, fiebre y látigo
como quien se cura una herida con su mano rota,
pero nunca me quejé de
Cristo
en una mesa o cama.
Hice el amor y bebí reiteradas veces
con la sospecha que ese hombre noble
aún muerto ponía sus ojos en mi frente.
Hice el amor y bebí reiteradas veces
con la sospecha que ese hombre noble
aún muerto ponía sus ojos en mi frente.
Por eso nunca perdí la fe,
sólo me olvidé de sus altares exageradamente lujosos
que en este momento
putearía en voz alta,
Pero no, misericordiosa
es mi saliva.
*
Magdalena, la historia se cierra
en los labios
en un sábado sin gloria
con mis gatos en las piernas
y el timbre del teléfono
con un número equivocado.
No concluye el acto,
tampoco la carne.
Puntual es la hora en que dejo mi cuaderno
para ir a cenar.